domingo, julio 13, 2008

Breves Apuntes sobre la Expresión Corporal o Poiesis Reloaded 2008: de la Expresión Corporal en la Formación de los Locutores y más

“El futuro que me espera es el pasado que dejo atrás,
por eso vivo mi presente con mi espalda y con mi frente”

Patricia Stokoe


Habremos de partir de la base que la Expresión Corporal es aquella expresión que se realiza con o a través del cuerpo. En sí mismo, lo recién dicho parece un tanto tautológico, pero la repetición apunta a bucear en los vocablos, habida cuenta de la riqueza semántica que porta el término expresión.

Tomemos como punto de partida las definiciones que da para expresión el diccionario de la Real Academia Española:

Especificación, declaración de algo para darlo a entender: comenzamos diciendo, entonces, que intentamos darnos a entender a través de una expresión.

Palabra o locución: no es una cuestión menor que se incluya como sinónimo de expresión el término locución, si consideramos que éste significa no sólo el acto de hablar, sino también su modo, así como “grupo de palabras que forman sentido”.

Efecto de expresar algo sin palabras: aquí lo interesante es que la expresión ya no se limita solamente a lo manifestado a través de palabras.

Viveza y propiedad con que se manifiestan los afectos en las artes y en la declamación, ejecución o realización de las obras artísticas: seguimos sumando significados, y ahora incluimos la manifestación de sentimientos en el marco de lo artístico.

Cosa que se regala en demostración de afecto a quien se quiere obsequiar: por segunda vez aparece la cuestión del afecto.

Acción de exprimir: de este apartado, quedémonos con dos definiciones de exprimir: “sacar de alguien todo el partido posible” y “expresar, manifestar”.

Ya aquí tenemos una multiplicidad de sentidos que nos da cuenta de la complejidad que ha de tener una aproximación a la Expresión Corporal. En todo caso, esto no podría resultar sorprendente, dado que si la Expresión Corporal es una actividad humana, esta debe ser necesariamente compleja.

Si en algún momento Patricia Stokoe, referente ineludible al hablar de esta experiencia señala que “la Expresión Corporal, así como la danza, la música y las otras artes, es una manera de exteriorizar estados anímicos”[1], podemos animarnos -cuarenta años después- a bastante más.

Partimos de la hipótesis que la Expresión Corporal (y también podemos suscribir que la danza, la música y las otras artes) es una forma de expresar la vida. Porque no sólo posibilitan -esas disciplinas artísticas- exteriorizar estados anímicos, sino también lo que forma parte de la racionalidad (entendida como parte de la integralidad humana y no como un cepo que encierra a las personas) e, incluso, aquello de lo cual el ser humano ni siquiera es conciente que siente o piensa.

Cuando decimos forma de “expresar la vida”, estamos pensando en un holismo mayor aún que superar la dicotomía cuerpo/alma o cuerpo/psique -de acuerdo a los enfoques-. No es casual que muchos autores señalen que las dos actividades que diferenciaba al hombre primitivo de los animales hayan sido el habla y la danza. Algunos científicos consideran que la danza primitiva tenía un carácter religioso y que en ella no había espectadores: todos los integrantes de la tribu desempeñaban una función específica (hasta quienes no desempeñaban aparentemente ningún rol ocupaban el lugar de testigos, lo cual los ubicaba en una posición activa y no pasiva).[2]

Y la Expresión Corporal ha sido concebida como una disciplina para las personas, para su propia expresión y disfrute, no como un medio de exhibición frente a terceros.

La danza primitiva implicaba una unión efectiva y real entre todos los integrantes de la comunidad hacia dentro de ella, pero también hacia el entorno natural del que eran parte[3]. Naturaleza que consideraban como parte de un todo y no escindida entre Hombre/Naturaleza

La Expresión Corporal en su génesis era denominada como Danza Libre. Tal vez esa libertad estaba referida a lograr despegarse del “crítico interno” del temor al ridículo o la mirada ajena de la que hablaba Nach Manovitch, como señalamos en un trabajo previo.

Es que “el cuerpo es el recipiente de todo, es una totalidad que tiene dentro de sí a las emociones y a los recuerdos, aunque queramos esconderlos. Esas emociones emergen en diferentes formas”[4], y eso vale para las emociones concientes y las inconcientes, las adquiridas socialmente, las culturales-familiares y las atávicas.

Si el cuerpo “es el recipiente de todo”, debe encontrar alguna forma de liberar ese “todo” que se acumula en su interior. “Tanto va el cántaro a la fuente que al fin se rompe”, dice el dicho popular. En términos científicos modernos, podríamos decir que cuando ese cántaro que es el cuerpo se ve desbordado es cuando se producen las somatizaciones en las cuales los trastornos psíquicos[5] generan síntomas orgánicos de manera involuntaria.

Es allí, entonces, donde la Expresión Corporal adquiere toda su dimensión liberadora que estaba implícita en su nombre original. La liberación de todos aquellos elementos que describimos cuando enumeramos los significados que lleva el término expresión, en especial lo que tiene que ver con la posibilidad de expresar los afectos[6].

Ahora bien, cotidianamente los seres humanos nos expresamos. En cada encuentro interpersonal entran en juego una multiplicidad de códigos que posibilitan la comunicación humana. En otro escrito sobre esta cuestión, señalamos como apenas el 35 % de esa comunicación se produce a través de palabras. Y planteábamos el desafío central del locutor:

“Así, el locutor enfrenta un desafío: transmitir un determinado significado en condiciones en que están ausentes un conjunto de significantes que existen la comunicación presencial. En términos de la Teoría Kinésica, estamos planteando que el desafío que tiene quien emite un mensaje radial es cómo logra transmitir a través de un uso más complejo que lo habitual de su aparato fonador, aquellos 'kinemas' que son inexistentes en una comunicación carente de contacto visual”.

Entre esto último y lo indicado anteriormente, creemos encontrar el por qué de la inclusión de esta disciplina en la formación del Locutor/a Integral de Radio y Televisión. Mal podrá expresarse el locutor si se encuentra encarcelado dentro de su mundo físico y es incapaz de liberar sus sentimientos y afectos para que le den el tinte apropiado a la voz y llegue hasta el público. La intención de quien emite el mensaje ha de ser, justamente, compartirlo con alguien que lo recibe.

De lo contrario, la emisión de un mensaje radial o televisivo se agotarían en el emisor mismo, y no tendría más alcance que satisfacer las necesidades narcisistas del locutor. Esto lo decimos en los términos que señala Daniel Calmels, desde la Psicomotricidad:

“A través de múltiples expresiones de sonido se va gestando el cuerpo sonoro del niño, en la medida que existe una escucha. Hay una voz porque hay escucha de otro. Si no existiera escucha, la voz no sería tal; los sonidos que el niño emite, alienados, enajenados, servirían sólo para armar una relación autoestimulante.”[7]

De este autor es importante recuperar otro concepto, pensando en la formación no simplemente de locutores, sino de locutores del Siglo XXI. Y esto tiene sus implicancias, en función del desarrollo de los medios audiovisuales y la proliferación de la cultura del video clip que va generando nuevos lenguajes entre los segmentos más jóvenes:

“El niño actual, ‘espectador intensivo de video’, puede llegar a ver 10 ó 20 veces un mismo video en el término de un año. El video le ofrece al niño un modelo kinético: formas de desplegar el movimiento en el espacio, de gesticulaciones y mímicas faciales, aunadas en modelos posturales, actitudinales y gestuales”.[8]

Si no tomamos esto en consideración, estaremos expresándonos en inglés frente a un auditorio que sólo comprende mandarín.

Otro elemento que tenemos que tener en cuenta, es la dimensión temporal en la que se desarrolla nuestra actividad. Esto tiene que ver con la relación que nuestro presente tiene con el futuro y el pasado, momentos meramente teóricos que nunca vivimos sino que simplemente nos sirven de referencia durante el discurrir del hoy.

Y esto se da en una sociedad -la moderna- que en pos de un mundo perfecto prometido en el mañana (terrenalización capitalista y marxista del paraíso judeo-cristiano) vive en choque permanente con todo lo que le señale el transcurrir de la temporalidad. No en vano las sociedades occidentales han desdeñado constantemente a aquellos cuerpos que inevitablemente desnudan frente a sus ojos que el tiempo no hace más que pasar: el niño, la mujer y el anciano.

“Cada pieza de música que tocamos, cada danza, cada dibujo, cada episodio de la vida nos ofrece un reflejo de nuestra propia mente completo, con todas sus imperfecciones, exactamente como es. En la improvisación somos especialmente concientes de esta cualidad refleja: como no podemos volver atrás el tiempo, no hay manera de tachar, de modificar, de arreglar, retocar o lamentarse”.[9]

La Expresión Corporal, en su dimensión liberadora, nos pueda ayudar a superar ese abismo que se abre ante nosotros cada vez que tomamos conciencia de que cada acto que vamos a llevar a cabo se torna irremediablemente irreversible.

¿Por qué insistimos tanto con los términos libertad, libre, liberación? Porque la comunicación que nosotros realicemos a través de cualquier medio, necesariamente va a partir de nuestro cuerpo. Y debemos recordar frente a ello lo enunciado por David Le Breton:

“La socialización de las manifestaciones corporales se hace bajo los auspicios de la represión. Si nos comparamos con otras sociedades, más hospitalarias en cuanto al cuerpo, podemos decir que la sociedad occidental está basada en un borramiento del cuerpo, en una simbolización particular de sus usos que se traduce por el distanciamiento”.[10]

La modernidad occidental se ha construido sobre la negación del cuerpo por lo que hemos señalado antes de la renuncia a aceptar el paso del tiempo y, al mismo tiempo, porque fue el elemento central para disciplinar a las sociedades que ingresaban a la par de los estados modernos en el mundo capitalista.[11]

La Expresión Corporal tercia en la batalla aportando ese presente del que hablaba Stokoe, ese estar que nos hace vivir y se contrapone al ser. Porque todo este conflicto de cuerpo-temporalidad se desarrolla en el marco de la batalla cultural que los modernos sectores medias -de los cuales son parte innegable los locutores y aspirantes a- libran contra sí mismos, en esta pelea entre modelización social y herencias atávicas.

Es que los Antiguos sabían. Aunque no sabían que sabían. Y eran sabios. Nosotros creemos que sabemos. Pero no sabemos que no sabemos. Y somos necios.

En el principio fue el tiempo. El paso de la Nada al Inicio provocado por el big-bang (o Dios, o Viracocha, quién sabe), fue tiempo. Y desde entonces rige el universo. Nosotros vivimos en él. E ingenuos modernos, por él y para él. Pretendemos envasarlo en cajitas con agujas como si de esa manera pudiéramos ejercer algún tipo de control sobre sus dominios. Ingenuos modernos que creemos recorrer una recta temporal en cuyo final está el paraíso. Prometido en el cielo por los sacerdotes. Prometido en la tierra por los ideólogos (sacerdotes laicos, al fin y al cabo).

Ingenuos modernos, marchamos convencidos de que viajamos montados sobre una nave que nos asegurará el triunfo: salvación o progreso, como elijamos llamarla.

Ingenuos modernos, estamos seguros de vivir un presente que nos pertenece, cuando en realidad no existe. En cuanto procuramos aferrarlo ya es pasado. Pero, al menos, tenemos al futuro como zanahoria para avanzar sin remedio. Para vivir en el mundo. Para pensar que lo que hipotecamos en este presente inexistente será recompensado en ese futuro que nunca llegará. Porque cuando esté junto a nosotros también será simple, e irremediablemente, pasado.

Así, gozaremos mañana, disfrutaremos mañana, amaremos mañana, pariremos mañana. Aunque digamos que lo hacemos hoy. Hoy estamos demasiado ocupados. Hoy debemos trabajar, hoy debemos estudiar, hoy debemos realizarnos. Qué importa que ese hoy y ese mañana cuando intentemos tocarlos ya serán ayer. Pero seremos alguien. Lo que debemos ser. Motor y meta de nuestra ingenua y moderna clase media.

Y llegaremos al mañana con un título, un puesto, un auto, una casa, algunos viajes, bastante ropa. Con libros ajenos para buscar respuestas a nuestras dudas. Con algún libro propio para dar respuesta a nuestro amor propio. Y, entonces, cuando ese mañana sea ayer, podremos sentarnos a mirar hacia atrás para hacer el “balance” (si hasta con nuestras propias vidas debemos hacer economía). Y, seguramente, sonreiremos. Satisfechos. Soy esto. Hice esto. Tengo esto. Todo afuera de nosotros, por supuesto. No vaya a suceder que la vida pase por dentro nuestro. Ése no es dominio del tiempo geometrizado que nos rige. Y, lo que es peor, nada de lo que ocurra en mi interior puede ser visto por los demás. ¿Cómo sobreviviré, ingenua y moderna clase media, sin ese público en el que siempre buscaré aprobación y reconocimiento? ¿De qué puede servirme el balance si “ellos” no hacen la auditoría? Al menos, tendré la tranquilidad de que ellos, ingenua y moderna clase media también, medirán mi vida con la misma vara: también las suyas habrán evitado pasar por dentro de ellos.

¿Cómo arriesgarnos a detenernos en algún momento dentro de nosotros mismos? Eso sería estar y no ser. Demasiado peligroso. Podrían decirnos: “¿cómo va a progresar si no hace nada?”; como decimos siempre de los habitantes de las villas (el del alto, o de las poblaciones). Ésa es gente que se deja estar, no como yo, que soy alguien. Así que volvemos a la lucha cotidiana. Para conseguir todas esas cosas que buscamos, porque sabemos que si perseveramos lograremos estar bien.

O sea, que después de todo buscamos lo mismo que aquel que se deja estar. Aunque le agreguemos el adjetivo bien para diferenciarnos. Aunque digamos “lo importante es estar mejor”. A fin de cuentas nos atrae tanto el mero estar como a un indio de la puna. Pero debemos ser alguien, para satisfacer el qué dirán. Y el estar, debe ir acompañado del mejor, para evitar que sea estático, para exhibir que a nosotros nos interesa progresar, que no somos primitivos como ese indio, sino modernos y civilizados.

Y como consideramos que siempre se puede estar mejor (si no, nos estancaríamos, mostraríamos que nos quedamos), ese estar vuelve a ser colocado en ese futuro que nunca llegará. Pero somos nosotros los que lo colocamos allí, aunque siempre nos las ingeniemos para poner las causas fuera de nosotros (ni eso podemos aceptar que viene de adentro nuestro, nuestras elecciones tienen que ser motivadas por un algo o alguien externo): es el mercado, es la sociedad, es el futuro de nuestros hijos, es la familia.

Afortunadamente, somos muy responsables y así evitamos el momento terrible de enfrentarnos a nosotros mismos. ¿Quedarnos a solas un instante con nuestra alma? No, demasiado peligroso. Ella no se maneja con el que dirán, ella no hace balances matemáticos con nuestra vida como hacemos nosotros, ingenua y moderna clase media.

Marchemos rumbo al progreso. Seamos alguien. Estudiemos, obtengamos un título, que nos dará un buen trabajo, que traerá reconocimiento profesional, que nos permitirá viajar y conocer los lugares sobre los que podremos conversar en las cenas que organicemos en nuestras casas (en cuyas puertas estarán nuestros autos, en cuyo interior estarán nuestras ropas) con gente que habrá hecho los mismos viajes, que habrá obtenido sus propios títulos, que tendrán sus buenos trabajos, que gozará de reconocimiento profesional. Y nos sentiremos realizados, ingenua y moderna clase media, porque nos aprobaremos mutuamente.

La Expresión Corporal como herramienta liberadora nos puede permitir escapar de esas trampas. Y de, por lo tanto, hacer de nuestro futuro oficio un espacio de placer y goce. No sólo para nosotros, sino para aportar también desde nuestros modestos lugares a la construcción de una sociedad más libre no en las palabras, sino en los hechos.

De lo contrarios, simplemente sentiremos que estamos bien (estar que dejamos al principio, porque queríamos ser). Y podremos intercambiar, para que esa cena de la que hablábamos sea completa, información sobre los que murieron en el camino. Y acallaremos a nuestra alma conversando de aquellos otros que se quedaron, que se dejaron estar, que no progresaron. Y también podremos comentar e intercambiar información sobre qué cementerio parque hemos elegido (y que estaremos pagando cómodamente en cuotas), nuevo horizonte y máxime punto de realización de nuestra ingenua y moderna clase media. Al menos en ese lugar seguro que simplemente vamos a estar. Bueno, nuestros huesos. Y nos merecemos mejor vida. O, mejor dicho, merecemos vivir, no durar.


Notas:

[1] Stokoe, Patricia: La Expresión Corporal y el niño, Buenos Aires, Ricordi, 1967.

[2] Cfr.: Zamora, Ángel: Danzas del mundo, Madrid, Editorial CCS, 1995.


[3] La Biodanza ha intentado recrear algún elemento de este pensamiento originario, pero no ha logrado despegarse del mundo moderno en el cual está inserta. A punto tal, que el mismo vocablo “Biodanza” es, hoy por hoy, un término con copyright, parte de un entorno mercantil que no conocían los que son llamados primitivos desde un lugar etnocéntrico y linealmente evolucionista.

[4] Victoria Roberts, en una entrevista realizada por Nélida Fernández Alonso, en el diario El Universal, de Caracas, el 12 de octubre de 2005.

[5] Para ser coherentes con el planteo global del trabajo, cualquier referencia nuestra a la psiquis será equivalente a hablar de alma y/o espíritu. Es decir, colocamos bajo una misma órbita todo aquello “no físico” del ser humano.

[6] Entendiendo a los afectos como “cada una de las pasiones del ánimo, como la ira, el amor, el odio, etc., y especialmente el amor o el cariño”, DRAE.

[7] Calmels, Daniel: El cuerpo cuenta, Buenos Aires, El Farol, 2004.

[8] Calmels, Daniel: Ibídem.

[9] Manovitch, Nach: Free Play, Buenos Aires, Planeta, 1991.

[10] Le Breton, David: Antropología del Cuerpo y Modernidad, Buenos Aires, Nueva Visión, 2002.

[11] Sobre esta cuestión está toda la obra de Michel Foucault para respaldar el aserto.


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