El espectáculo comienza antes de que se levante el telón. No hay platea. Frente al escenario, mesas y sillas dispuestas como en un cabaret parisino de la década de 1930. Sobre cada una de las mesas, un velador ofrece luz tenue que jugará a lo largo del espectáculo acompañando la trama de la obra.
La mezcla de idiomas y acentos en la sala da la pauta del boom turístico que vive Buenos Aires, y eso contribuye más aún a generar una sensación cosmopolita, de "gran mundo". Uno siente que está en el sitio del "gran" show.
Para preparar el espíritu, es posible ordenar algún trago y esperar el inicio disfrutando de la estética que diseñó para la sala Alberto Negrín (comentario útil para el espectador: los tickets para los tragos se pueden adquirir a mitad de precio en la boletería del teatro antes de ingresar).
La mezcla de idiomas y acentos en la sala da la pauta del boom turístico que vive Buenos Aires, y eso contribuye más aún a generar una sensación cosmopolita, de "gran mundo". Uno siente que está en el sitio del "gran" show.
Para preparar el espíritu, es posible ordenar algún trago y esperar el inicio disfrutando de la estética que diseñó para la sala Alberto Negrín (comentario útil para el espectador: los tickets para los tragos se pueden adquirir a mitad de precio en la boletería del teatro antes de ingresar).
Queda claro con este contexto que el espectador ya está convencido de que va a asistir a algo que lo va a seducir. Resta dejar correr las actuaciones para verificar si la sensación previa tiene justificación en el desarrollo de las actuaciones.
La historia
Victor, Victoria (1982) nació como una exitosa película de Hollywood dirigida por Blake Edwards y protagonizada por una Julie Andrews en el apogeo de su carrera. Narra las desventuras de una soprano que al no conseguir trabajo para cantar en París encuentra la posibilidad de personificar a un hombre, el conde Víctor Grezhinski, que pasará a ganarse la vida como transformista, esto es, cantando como la mujer que realmente es.
Victoria cuenta con la ayuda de un cantante gay venido a menos ("Teddy" Carroll, protagonizado en el film por Robert Preston) y, sin proponérselo, enamora a un gángster norteamericano: King Marchand (James Garner).
La trama girará entonces en torno a las dificultades de Victoria para convencer a King (y a otros personajes) de que efectivamente es un hombre, aunque su deseo es poder mostrarse como la mujer de la cual King se ha enamorado.
En 1995, Edwards montó la versión para Broadway, en un intento de volver a poner en los primeros planos a una Julie Andrews que ya no estaba en su mejor momento. La versión teatral resultó menos dinámica, hecho que fue muy bien salvado en la revisión del texto para presentarla ahora en Buenos Aires.
Las actuaciones
Todo lo que el espectador está esperando desde la previa se materializa cuando el show comienza. Las actuaciones de Valeria Lynch (Víctor/Victoria) y Raúl Lavié (Teddy Carroll) están a la altura de lo que su trayectoria permite imaginar. No deben realizar demasiados pasos de baile y sus voces tienen toda la calidad necesaria para componer excelentes actuaciones.
En el caso particular de Lavié, delinea un gay de una sutileza maravillosa completamente alejado de todos los personajes que debió interpretar en tantas décadas de actuación.
Christian Giménez, reemplazo en el papel de King Marchand, cumple un buen papel, pero uno no puede sustraerse de imaginar en ese rol a Fabián Gianola, particularmente en el monólogo principal del personaje.
Quien se lleva todos los aplausos de los protagonistas es Karina K. En una actuación consagratoria maneja los hilos de la comedia con una enorme habilidad y una calidad técnica de nivel superlativo.
El resto del elenco no desentona para nada y el cuerpo de baile está a la altura del conjunto.
La puesta
Como señalábamos más arriba, la adaptación de la versión de Broadway gana en mucho respecto del original. El tiempo corre aceleradamente y se llega al final con ganas de ver y escuchar más.
Los desplazamientos sobre el escenario son precisos, el vestuario lujoso y la mano del director Gustavo Zajac (que además es el coreógrafo) le supo dar vuelo a los cuadros bailados y su experiencia en Broadway se nota especialmente en el sublime momento en que Karina K canta "por los aires".
En definitiva, una obra altamente recomendable, de inicio a fin.
La historia
Victor, Victoria (1982) nació como una exitosa película de Hollywood dirigida por Blake Edwards y protagonizada por una Julie Andrews en el apogeo de su carrera. Narra las desventuras de una soprano que al no conseguir trabajo para cantar en París encuentra la posibilidad de personificar a un hombre, el conde Víctor Grezhinski, que pasará a ganarse la vida como transformista, esto es, cantando como la mujer que realmente es.
Victoria cuenta con la ayuda de un cantante gay venido a menos ("Teddy" Carroll, protagonizado en el film por Robert Preston) y, sin proponérselo, enamora a un gángster norteamericano: King Marchand (James Garner).
La trama girará entonces en torno a las dificultades de Victoria para convencer a King (y a otros personajes) de que efectivamente es un hombre, aunque su deseo es poder mostrarse como la mujer de la cual King se ha enamorado.
En 1995, Edwards montó la versión para Broadway, en un intento de volver a poner en los primeros planos a una Julie Andrews que ya no estaba en su mejor momento. La versión teatral resultó menos dinámica, hecho que fue muy bien salvado en la revisión del texto para presentarla ahora en Buenos Aires.
Las actuaciones
Todo lo que el espectador está esperando desde la previa se materializa cuando el show comienza. Las actuaciones de Valeria Lynch (Víctor/Victoria) y Raúl Lavié (Teddy Carroll) están a la altura de lo que su trayectoria permite imaginar. No deben realizar demasiados pasos de baile y sus voces tienen toda la calidad necesaria para componer excelentes actuaciones.
En el caso particular de Lavié, delinea un gay de una sutileza maravillosa completamente alejado de todos los personajes que debió interpretar en tantas décadas de actuación.
Christian Giménez, reemplazo en el papel de King Marchand, cumple un buen papel, pero uno no puede sustraerse de imaginar en ese rol a Fabián Gianola, particularmente en el monólogo principal del personaje.
Quien se lleva todos los aplausos de los protagonistas es Karina K. En una actuación consagratoria maneja los hilos de la comedia con una enorme habilidad y una calidad técnica de nivel superlativo.
El resto del elenco no desentona para nada y el cuerpo de baile está a la altura del conjunto.
La puesta
Como señalábamos más arriba, la adaptación de la versión de Broadway gana en mucho respecto del original. El tiempo corre aceleradamente y se llega al final con ganas de ver y escuchar más.
Los desplazamientos sobre el escenario son precisos, el vestuario lujoso y la mano del director Gustavo Zajac (que además es el coreógrafo) le supo dar vuelo a los cuadros bailados y su experiencia en Broadway se nota especialmente en el sublime momento en que Karina K canta "por los aires".
En definitiva, una obra altamente recomendable, de inicio a fin.